Mujeres víctimas de la violencia doméstica Por Gladys G. de Bothe Psicóloga Clínica

Mujeres víctimas de la violencia doméstica Por Gladys G. de Bothe Psicóloga Clínica

La violencia contra la mujer, especialmente la ejercida por su pareja y la violencia sexual, constituye un grave problema de salud pública y una violación de los derechos humanos de las mujeres. Las estimaciones mundiales publicadas por la OMS indican que alrededor de una de cada tres (30%) mujeres en el mundo han sufrido violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en algún momento de su vida. La mayor parte de las veces el agresor es la pareja. En todo el mundo, casi un tercio (27%) de las mujeres de 15 a 49 años que han estado en una relación informan haber sufrido algún tipo de violencia física y /o sexual por su pareja. La violencia puede afectar negativamente la salud física, mental, sexual y reproductiva de las mujeres y, en algunos entornos, puede aumentar el riesgo de contraer el VIH. La violencia contra la mujer puede prevenirse. El sector sanitario tiene una importante función que desempeñar para proporcionar atención integral de salud a las mujeres que sufren violencia, y como punto de entrada para derivarlas a otros servicios de apoyo que puedan necesitar.

El maltrato a la mujer dentro del núcleo familiar es un grave problema que está causando una creciente alarma social. No puede seguir ocurriendo que en el lugar donde un ser humano debe sentirse protegido, se convierta en un espacio de inseguridad, peligro, miedos y agresiones. No es justo que en pleno siglo XXI una mujer sea violentada en su propio hogar, además de forma impune y con la complicidad del silencio. Nadie debe ser indiferente ante este flagelo.

Desafortunadamente a este grave problema se le trata de minimizar, ocultar e incluso de justificar al considerarse, erróneamente, que lo que pasa dentro de los muros del propio hogar es algo íntimo, no debe ser comentado y es responsabilidad de las distintas partes implicadas en el evento. Muchas veces se tratan de olvidar graves agresiones físicas y verbales para mantener unida la pareja por diversas razones (religiosas, económicas, hijos comunes, etc.) desconociéndose que es más grave el daño que se hace a los hijos, al “enseñárseles” que un hogar es un lugar en el cual los padres se agreden permanentemente y la madre es una mártir que sufre en silencio humillaciones y maltratos de toda índole (Que triste lectura para una hija). No es fácil encontrar una explicación sencilla a este hecho. Si la violencia tiene de por sí un efecto destructivo y resulta siempre irracional, lo es mucho más cuando se ejerce en un entorno (la familia) del que se espera cariño y apoyo mutuo.

Por increíble que parezca, aún hay mujeres que no reconocen las agresiones que reciben y que se engañan así mismas, convenciéndose de que las cosas no están tan mal y de
que pueden evitar nuevos abusos si se muestran perseverantes. No es infrecuente que, en un intento de buscar explicaciones a la violencia, terminen por autoinculparse y atribuir la violencia a errores de su conducta. El peso de la familia es tan importante en las mujeres que les cuesta aceptar el error en su elección de pareja. Por eso, tienden a mantener la esperanza irracional de que la situación va a cambiar, como por arte de magia.

Los confinamientos durante la pandemia de COVID-19 y sus repercusiones sociales y económicas han aumentado la exposición de las mujeres a parejas con comportamientos abusivos y a factores de riesgo conocidos, al tiempo que han limitado su acceso a diferentes servicios. Las situaciones de crisis humanitarias y desplazamientos pueden agravar la violencia, como la violencia de pareja y la violencia sexual por terceros, y dar lugar a nuevas formas de violencia contra las mujeres.

La violencia de pareja (física, sexual y psicológica) y las agresiones sexuales provocan en las mujeres graves problemas de salud física, mental, sexual y reproductiva a corto y largo plazo. También afectan a la salud y el bienestar de sus hijos. Este tipo de violencia genera un elevado costo social y económico para las mujeres, sus familias y la sociedad. Esta violencia puede:

  • Tener consecuencias mortales, como el homicidio o el suicidio.
  • Producir lesiones: La OMS reporta que el 42% de las mujeres víctimas de violencia de pareja refieren alguna lesión a consecuencia de dicha violencia.
  • Ocasionar embarazos no deseados, abortos provocados, problemas ginecológicos e infecciones de transmisión sexual, entre ellas la infección por el VIH. Un reciente estudio de la OMS sobre la carga para la salud asociada con la violencia contra las mujeres, reveló que las mujeres que han sufrido maltratos físicos o abusos sexuales tienen una probabilidad 1,5 veces mayor de padecer infecciones de transmisión sexual, incluida la infección por el VIH en algunas regiones, en comparación con las mujeres que no habían sufrido violencia de pareja. Por otra parte, también tienen el doble de probabilidades de sufrir abortos.
  • La violencia de pareja durante el embarazo está asociada con un aumento en la probabilidad de abortos involuntarios, muertes fetales, partos prematuros y bebés con bajo peso al nacer. El mismo estudio puso de manifiesto que las mujeres víctimas de violencia de pareja tenían un 16% más de probabilidades de sufrir un aborto involuntario y un 41% más de probabilidades de tener un parto prematuro.
  • Estas formas de violencia pueden ser causa de depresión, estrés postraumático y otros trastornos de ansiedad, insomnio, trastornos alimentarios e intentos de suicidio. Según el análisis de la OMS, las mujeres que han sufrido violencia de pareja tienen casi el doble de probabilidades de padecer depresión y problemas con la bebida.
  • Entre los efectos sobre la salud también se encuentran las cefaleas, los síndromes de dolor (de espalda, abdominal o pélvico crónico), trastornos gastrointestinales, limitaciones de la movilidad y mala salud general.
  • La violencia sexual, sobre todo en la infancia, también puede incrementar el consumo de tabaco y drogas, así como las prácticas sexuales de riesgo.

La mujer es el eje central del núcleo familiar y como tal, debe darse su lugar de respeto y admiración. Merece ser amada y jamás debe olvidar que “A UNO LE HACEN LO QUE PERMITE QUE LE HAGAN”. El silencio es letal en el maltrato hacia la mujer. Atreverse, con valentía a denunciar al agresor es un buen punto de partida.