
Llevo casi 30 años liderando equipos, desarrollando marcas y creando empresas.
A lo largo de este camino, he tenido el privilegio de acompañar a más de 100 mil mujeres alrededor del mundo, ayudándolas a monetizar sus talentos y a descubrirse como líderes de su propia historia.
Esta experiencia —nutrida por incontables sesiones grupales e individuales— me llevó a una conclusión tan clara como profunda:
No necesitamos más extremos. No necesitamos pelear para ganar terreno.!Ya no!
El empoderamiento femenino, tan necesario en otras etapas, hoy necesita transformarse. Ya sabemos que somos capaces. Ya demostramos que podemos. Muchas de las puertas que nuestras abuelas y mamás empujaron a fuerza de coraje y dolor, hoy están abiertas.
Lo que nos toca ahora es otro desafío: cultivar una nueva forma de libertad. Una que incluya, que una, que reconcilie.
Porque la verdadera libertad no está solo en lo simbólico. Está también en lo tangible: en nuestra autonomía financiera, en la capacidad de decidir cómo y con quién vivir, en sentirnos plenas sin tener que seguir un molde.
Podemos ser madres, solteras, casadas, empresarias, nómadas, amas de casa o cuidadoras. No hay un único camino. Pero lo más importante: no tenemos que pisotear a nuestros compañeros de planeta para afirmarnos.
Durante mucho tiempo creímos que “proveer” era función exclusiva del hombre. Pero esa creencia nos limita tanto a nosotras como a ellos. Porque proveer no es solo traer dinero a casa. Proveer es crear, sostener, inspirar, liderar, enseñar, abrir caminos.
Cuando una mujer se permite proveer desde su esencia, sin renunciar a su sensibilidad, se conecta con su abundancia real. Y cuando un hombre se permite contener desde su ternura, sin perder su centro, se vuelve más completo.
No se trata de quién tiene la razón. Se trata de cómo nos necesitamos. Pretender competir entre energías como si una debiera imponerse sobre la otra— es tan absurdo, como querer competir con la inteligencia artificial.
Tenemos una inteligencia natural que siente, que se emociona, que se enamora, que conecta desde la empatía. No se trata de enfrentarla con la inteligencia artificial, sino de complementarla, de permitir que una potencie a la otra.
Lo mismo ocurre entre lo femenino y lo masculino: cuando dejamos de vernos como opuestos y empezamos a vernos como aliados, nuestras capacidades se expanden.
No ganamos por separación, crecemos por integración.
En tiempos de polarización, el verdadero acto de revolucionario es volver a lo esencial.
No desde banderas ni etiquetas, sino desde lo simple: la mirada, la pausa, la conexión genuina. Ahí habita el verdadero poder de lo sutil.
No necesitamos actuar como “nuevas ricas del pueblo”, gritando a los cuatro vientos nuestra libertad con extravagancias o soberbia, como quien necesita demostrar que por fin tiene algo que antes le fue negado.
Ya somos libres, queridas todas. Tampoco tenemos que desnudarnos en la calle para proclamarlo. No tenemos que pelear por cada espacio, ni justificar cada decisión.
Nuestra libertad ya está aquí. Solo necesitamos Ejercerla para producir, para crear, para amar, para emprender, para descansar, o simplemente para estar en paz.
Ya no se trata de gritar. Se trata de actuar. Con decisión, con conciencia y con una voz que no necesita imponerse, porque ya está enraizada en su propia certeza.
Hoy tenemos el conocimiento, las herramientas, la libertad y la fuerza interior para liderar una nueva era. Una era donde la energía femenina no compita con la masculina, sino que se complemente con ella, creando una sinergia poderosa entre mente y corazón, entre razón e intuición. Ya no es tiempo de guerra. Es tiempo de sabiduría.
¡Y la sabiduría femenina no grita. Escucha. Observa. Crea!.
Las invito hoy, a ejercer el verdadero poder sin feminismo extremo

Ni Marte Ni Venus. Una Nueva Energía para Tiempos Nuevos…








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