Laura Inés Castro Cortés
Abogada – Gerente R.P.T S.A.
Por estos días comienzan a conocerse los nombres de los posibles aspirantes a la alcaldía de Ibagué, muchos de ellos provenientes del sector privado y con 0 kilometraje en lo público. Esa circunstancia en caso de ser elegido, se verá reflejada a lo largo de su gestión, y no por hacerla más eficiente o productiva, todo lo contrario, será factor de estancamiento y obstrucción para cumplir con su programa de gobierno.
A esa conclusión han llegado muchos exmandatarios, que sufrieron la metamorfosis de lo privado, empresarial o comercial a lo político. Líderes famosos y conocidos, buenas personas, simpáticos, emprendedores e innovadores, que en el ejercicio del cargo, se sintieron abrumados y encartados, no viendo la hora de terminar su administración.
En ese orden de ideas, las personas que están pensando o inopinadamente son escogidas para candidatizarse a la alcaldía, podrían al menos adelantar estudios en una especialización, diplomado, magister, o algunas de las tantas opciones que existen para conocer el manejo de lo público, y no hacer el ejercicio del aprendizaje en el desempeño de funciones, porque pierden todos, pero más la ciudad.
No es fácil lograr el equilibrio de la experiencia público-privada. En estos momentos Ibagué cuenta con un mandatario que exhibe el mejor palmarés político. Lastimosamente se raja en el ejercicio gerencial, porque carece de las competencias fundamentales de la alta gerencia: Visión clara, real y sostenible de ciudad, liderazgo efectivo, pensamiento estratégico, habilidad de comunicación, asertiva toma de decisiones, trabajo en equipo y entrega de resultados bajo presión, entre las más destacadas.
Ibagué en los últimos 20 años no ha podido elegir un mandatario que supere las expectativas con sus compromisos de campaña y tampoco el cumplimiento a cabalidad de su plan de gobierno.
El político que se interese en aprender de la dinámica gerencial, muy posiblemente logrará trabajar con creatividad e iniciativa, sabiendo que existe el largo, el mediano y el corto plazo, para esbozar el futuro y concentrarse en las prioridades de ciudad, entendiendo que no todo lo podrá realizar, pero sus ejecutorias podrán ser referente de cambio y transformación, donde se involucra a todos los actores de progreso y desarrollo, sin distingo alguno en una sensible muestra de humanismo y total conocimiento de sus gentes y territorio.
Lamentablemente elegimos políticos que no viven en la ciudad, no la aprecian y carecen de sentido de pertenencia, actitudes que se perciben a través de su gestión, pero que una vez esta culmina, y si la oportunidad y la coyuntura pintan, regresan otra vez para hacerse elegir.
El crítico momento que vive Ibagué sin definir su vocación como ciudad, la deficiente infraestructura vial, educativa y deportiva, los altos índices de desempleo e inseguridad, el caos en la movilidad, la pesada y desmedida carga impositiva y la dificultad para concertar entre sus sectores vitales, ameritan un alcalde de talla mayor, que se mueva con solvencia en asuntos políticos, con personalidad influyente y desenvolvimiento para gestionar recursos ante el alto gobierno.
Ibagué necesita un POLIGERENTE –político-gerente-, que entienda la importancia de trabajar con las nuevas generaciones, fomentando la competitividad, el emprendimiento y la innovación, como la fórmula para avizorar un mejor futuro y minimizarle a la ciudad sus principales problemas y de una vez por todas, los habitantes perciban el impacto positivo en su calidad de vida.
0 comentarios